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UNA INDESEABLE REALIDAD

  • Foto del escritor: Rodrigo Rangles Lara
    Rodrigo Rangles Lara
  • 2 sept 2024
  • 4 Min. de lectura

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La ceguera, sectarismo, lectura sesgada de la realidad, intereses privados inconfesables, injerencia extranjera para mantener el statu quo o el simple afán de lucro usando la política, constituyen los más importantes factores que llevaron a torpedear una alianza programática de la izquierda ecuatoriana, necesaria para sortear la catastrófica situación económica, política y social que sufre el país.


Algunos se mostraron contentos cuando algo se avanzó en las mesas de trabajo al suscribirse un extenso documento sobre acuerdos estratégicos para aplicarlos en el caso de que, ese intento de alianza progresista asumiera el poder; mientras, a paso seguido, cada quien tomó su rumbo con candidatos propios, muy contentos amparados en la promesa de no agresión durante la campaña.


Lo que hicieron con la mano, borraron con el codo, dice un viejo refrán popular, bien traído al caso, especialmente aplicable a la Revolución Ciudadana, el partido con alta convocatoria electoral y la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), y su brazo político Pachakutik, eficientes movilizadoras de masas, por lo tanto, los de mayor incidencia en la toma de decisiones por ser las dos más grandes fuerzas centro izquierdistas del país.


Algunos dirigentes de la Revolución Ciudadana, al igual que en el campo de la CONAIE y Pachakutik, se esforzaron por concretar la entente; sin embargo, no faltaron quienes se dieron modos – desde dentro y fuera - con manidos argumentos divisionistas que, finalmente, lograron lo anhelado e impulsado desde la ultraderecha gobernante.


Ciegos contumaces todos los que, por acción u omisión, cosecharon esos pírricos resultados, en momentos que la casta gobernante tiene en sus manos todos los poderes fácticos nacionales, subordinados a la embajada norteamericana, anhelantes de continuar con el festín propiciado por los mitómanos, inmorales e incompetentes Lenin Moreno, Guillermo Lasso y Daniel Noboa.


El festín va más allá de los particulares intereses de ese trío de implacables neoliberales que no sólo han administrado en favor de un minúsculo círculo privilegiado de amigos – nacionales y extranjeros – perjudicando inmisericordes al grueso de la población, sino que sombraron, con ruindad sin nombre, la corrupción como maligna epidemia, hasta convertir al país en un narco estado.


Para enfrentar, con mayor facilidad y, exitosamente, esa calamitosa situación, era indispensable la unión efectiva de las fuerzas que, en los últimos siete años, han sufrido en carne propia el resultado de las draconianas medidas económico – financieras, la destrucción de la institucionalidad y la persecución a cargo de la fiscalía general, los medios de difusión mercantiles, periodistas mercenarios y sus operadores, en la policía o el ejército, también penetrados por el narcotráfico.


De cara al proceso electoral: ¿Consideraron los peligros que afrontan? No solo la certeza de una campaña sucia, truculenta y tramposa como las experimentadas en los dos últimos comicios, sino la decisión del gobierno norteamericano de impedir el acceso al poder de cualquier fuerza o movimiento alejado de sus intereses geopolíticos.


No se puede perder de vista los principios “democráticos” del hegemón, aplicados a su modo y voluntad, siguiendo sus maleables e implacables “reglas”, como hemos visto en varios puntos del planeta donde acuden, si es necesario, a métodos ilícitos para apoyar a sus adláteres aunque sean verdaderos delincuentes y fabrican “fraudes” o golpes blandos para impedir el acceso al poder de quienes consideran ajenos a sus intereses, sin importar que sean honestos y hayan sido legítimamente electos.


En el caso ecuatoriano, la ultraderecha gubernamental cuenta con poderosa y bien aceitada maquinaria electoral, infinito financiamiento para contratar expertos extranjeros en campañas electorales o encuestadores dispuestos a vender sus sondeos, comprar periodistas cuando no pertenecen al conglomerado mediático nacional e internacional, sus aliados incondicionales y, por supuesto, tiene asegurada la complicidad de directivos del Consejo Nacional Electoral (CNE) probados en  lealtad a cambio de honores y favores a sus familiares.

 

No podemos olvidar a movimientos o partidos parecidos al de Pedro Granja que, arropado en un discurso de izquierda, sirven intereses claramente alineados con el neoliberalismo o la llamada Unidad Popular, comandada por dirigentes del Movimiento Popular Democrático (MPD), dedicados los dos a restar votos al progresismo, siguiendo disposiciones fuereñas.


Experiencias recientes de países amigos, derrotando al neoliberalismo, la oligarquía y sus aliados extranjeros, demuestran que la unión de las fuerzas izquierdistas es el secreto del éxito y, en consecuencia, la división es un pasaporte al fracaso o, por lo menos. demanda un sobreesfuerzo en el intento de cambiar el orden de cosas


Habría sido más fácil, por ejemplo, estar unidos para realizar el control electoral y defender los resultados comiciales e impedir un fraude a manos del régimen – muy proclive a fabricarlo - cuando conocemos el imparable desgaste político sufrido ante la opinión pública, a causa del desgobierno, incumplimiento de las ofertas de campaña, la inseguridad suicida fabricada desde el Estado y la imposición de medidas antipopulares con secuelas catastróficas para la población.


En fin, esa indeseable realidad nos pone frente a un escenario que nos obliga a ser creativos e ingeniosos para derrotar al adversario y, sobre todo, redoblar esfuerzos si pretendemos revertir el Estado fallido, obra de esos corruptos e incompetente; así como, reparar el brutal costo social impuesto por la deshumanizada ultraderecha neoliberal.

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