NAVIDAD, UNA FIESTA DE CUMPLEAÑOS SIN EL CUMPLEAÑERO
- Luis Onofa

- 25 dic 2024
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Hace dos milenios, a mitad del camino de la historia de la humanidad, entre el esclavismo y el capitalismo, Jesús echó del templo de Jerusalén a mercaderes y cambistas que habían invadido un espacio destinado a la oración. Jesús estaba contra los excesos del mercado, aunque no lo conoció en su desarrollo actual. Poco tiempo después, ese episodio y su prédica contra la hipocresía de escribas y fariseos, le costarían la vida.
A lo largo de la historia de la humanidad, el mercado ha sido un espacio necesario e inevitable para el desarrollo económico del mundo. Y también para una interrelación mutua entre pueblos y culturas. Y ha estimulado el desarrollo científico y tecnológico, así como la aparición de modos históricos de producción: uno de ellos, el Capitalismo.
Pero con éste advino una crisis de valores sociales y humanos, cuya expresión más clara es el consumismo, cuyo desarrollo afecta a todas las religiones, una de ellas la cristiana, la católica en forma particular. También trajo consigo una crisis de principios como la soberanía de los pueblos y naciones y su autodeterminación, en nombre del libre mercado.
Jesucristo, como es obvio, no vivió ese proceso y ese desarrollo del mercado, pero advirtió sus excesos y por ello expulsó y latigueó a los mercaderes del tempo de Jerusalén.
El Papa Francisco se ha referido a la versión moderna de esos excesos que golpean con fuerza valores de su iglesia. Ha dicho que el cumpleañero, que es “el dueño de la fiesta”, no es tan recordado en esas fechas por sus seguidores como Papa Noel, uno de los íconos de la sociedad de consumo. “Qué balanza tan incoherente, donde un saco de regalos pesa más que una cruz”, ha comentado el pontífice, al referirse al “olvido” del que es víctima Jesús.
Con seguridad, el líder de los católicos estuvo pensando en la soledad de los templos de su iglesia en contraste con el alud de consumidores que llena los centros comerciales, al estímulo de los “black friday” que el capitalismo, con Estados Unidos a la cabeza, ha inventado y regado por el orbe para cada Nochebuena, como la mayor estrategia de estímulo al consumismo en el mundo.
Pero no por criticar los excesos del mercado, el Papa ha dejado de reconocer la validez de expresar amistad y afecto entre seres humanos. “Dar regalos es bueno, pero es mejor ser un presente, amigo, compañero”, ha dicho el jefe de los católicos en el mundo, de manera patética. Pero “No sirve de nada orar si no existe acción”, ha agregado.
Francisco, que ha abogado por la paz en el mundo, probablemente estuvo pensando en los miles de niños muertos en la Franja de Gaza y de los que habiendo sobrevivido sufren por los bombardeos de una facción de judíos que no honran a quien debiera ser un referente histórico, aunque no religioso. Probablemente estuvo pensando en los niños que han muerto en el peregrinaje de sus padres y en el suyo propio en busca del sueño americano y europeo. También en los que mueren o agonizan en su tierra natal víctimas de la pobreza y la desnutrición.
Francisco ha instado a los miembros de su iglesia, que son millones en el mundo, a ser solidarios, más que parecerlo.
El paso de los siglos volvería a darle otra victoria al mercado: ahora, por aquellas ironías de la historia, en la celebración del natalicio de Jesús, no es su imagen la que domina la vida de sus propios creyentes, sino la de Papá Noel, uno de los símbolos más paradigmáticos del mercado.




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